Hay edificios que mientras ven pasar el tiempo se van descomponiendo poco a poco sin que nadie lo evite. Primero cae un ladrillo, luego otro, y otro, y la mano del hombre ayuda a que parezcan escenarios de guerra. Mientras, fuera, la vida crece, y se va creando un paisaje alrededor ajeno al deterioro de ese edificio al que sólo le quedan sus recuerdos. Ya no sirve, y se le olvida.
A las afueras de Cheste se encuentra este edificio, escombros, basura, cristales rotos, animales…, forman hoy lo que un día fue un manicomio. Te doy la oportunidad de mirar a través de sus ventanas y agujeros el mundo de fuera, ajeno a su descomposición.
Teresa Jiménez de la Peña Morant
Contax2 
Me ha gustado mucho cómo has captado ese estado del edificio que describes. En mi opinión, has encontrado la belleza de esa casa en ruinas, lo que tiene un mérito enorme. Quizás, lo único que he echado en falta es observar el color de alguno de los graffitis, pero comprendo el uso que le has dado al blanco y negro en este caso.
Siempre me han llamado mucho la atención los sitios abandonados, y he «perdido» muchas horas por internet viendo fotos de castillos, hospitales, colegios… abandonados. Tienen un misterio que atrae, que intriga. El hecho de desonocer casi todo sobre ellos, excepto que està ahi el edificio, medio caído, creo que es lo que más llama. Por eso me gusta mucho el reportage que has realizado, y me ha llamado la atención la imagen del graffitti de «No estoy loco», porqué tratándose de un manicomnio, creo que lo ilustra muy bién lo que se podía sentir quando aquello funcionaba.
Un saludo!
Adrià Sahera